Los
cannabinoides sintéticos son un grupo amplio y heterogéneo de sustancias,
algunos de los cuales capaces de simular los efectos del cánnabis. Es decir,
son sustancias químicas sintetizadas por el hombre y no presentes en la
naturaleza, con afinidad para uno o más receptores cannabinoides en el SNC.
Se trataría estupefacientes mezclados con materia
vegetal triturada, la que es un mero excipiente inactivo, sobre la cual el
fabricante añade las potentes sustancias, que son las responsables de los efectos
psicoactivos.
Varias de estas sustancias se
encuentran incluidas en el Decreto 772/15, es decir que para Argentina, son
estupefacientes desde el mes de mayo de 2015. Algunos de ellos poseen denominaciones químicas como 1-adamantoil-(1-pentil-1H-indol-3-il)
metanona para el JWH-018 y 1-butil-3-(1-naftoil) indol para el JWH-073, indicando las iniciales del nombre de la persona que los creó.
Según la UNODC, los
cannabinoides sintéticos son las NSP con más registros en el mundo llegando al
40% del total de las NSP reportadas por los países.
Es muy habitual que los cannabinoides sintéticos
sean mezclados con preparados de hierbas para ser fumados, emulando la vía de
consumo a la que están acostumbrados los consumidores de cannabis.
La mezcla suele venderse en una bolsa pequeña
atractiva, bajo diversos nombres comerciales (Skunk, Spice, K2, etc.). También
es posible encontrarlos en forma de polvo de diferentes colores o en forma de
pasta oleosa.
Se han descripto efectos asociados a su consumo, que
no provoca el cannabis, algunos de ellos graves como vómitos, agitación,
arritmias cardíacas, dolor torácico, daño de miocardio, ataques epilépticos,
fallo renal agudo y coma.
También se han reportado mundialmente muertes
asociadas a su uso. Al ser sustancias mayoritariamente desconocidas, los
servicios de urgencias y profesionales de la salud poseen grandes dificultades
para tratar a los consumidores.
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